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domingo, septiembre 24, 2006
Lo que no se ve de la Iglesia de la Vera Cruz
Un enclave Opus Dei en Lastarria

Sus fieles asisten con frecuencia a las misas, aunque muchos de ellos no saben que la iglesia está a cargo de un párroco del Opus Dei.
En Lastarria, los vecinos también lo ignoran y se lamentan de la poca acción social que la parroquia presta a la comunidad.





La Parroquia de Don Josemaría

Comienza la misa de las 12:30 en la parroquia de la Vera Cruz.

Ubicada en la calle José Victorino Lastarria, llama a sus fieles a asistir a la celebración con el
sonar de tres o cuatro campanazos.
Los fieles, en su mayoría ancianas residentes del sector, entran en la parroquia, no sin antes ser
saludadas por un joven que se instala en la entrada a recibirlas. Las conoce a todas y saluda dándoles la mano.
Es martes, día en el que la misa es celebrada por don Hernán Garcés, párroco de la Vera Cruz y cura del Opus Dei.
Adentro, las luces se prenden, un hombre de unos sesenta años prueba el micrófono y Alex, el joven de la puerta, organiza las cosas sobre el altar.
Entra don Hernán y comienza la misa.
Sentados en las butacas de adelante, dos hombres de terno y corbata se persignan mientras que una anciana en silla de ruedas se acomoda a un costado de la iglesia, junto a la estatua de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.
La imagen, acompañada de folletos y pequeñas estampas con oraciones del santo de “La Obra”, mira hacia el altar, donde don Hernán inicia la eucaristía.
“Allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es en medio de las cosas más materiales de la tierra donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres…”
La señora en silla de ruedas lee aquella oración sin prestar mayor atención a la misa.
El cura empieza hablando de la parábola de la oveja perdida.
Llama a los fieles a ir tras los desamparados, a no dejar que nadie se desvíe de la fe.
Segundos más tarde entra un hombre de pelo negro y pantalones sucios.
Lleva puesta una camisa negra desabrochada y expele un olor a humedad, mezcla de alcohol con orina.
Una señora lo mira con un gesto de asco en su rostro mientras que el vago habla a la nada sobre Dios y el dinero.
Don Hernán continúa con la misa y luego de unos instantes el mendigo se va.
Ahora el cura habla sobre San Nicolás, más conocido como “el viejito pascuero” e invita a celebrar las fiestas con un alma realmente cristiana.
Luego, el hombre que en un comienzo se preocupó del audio, lee el salmo y la audiencia repite hasta el cansancio una breve frase: Dios vendrá y reinará la tierra.
En una de las butacas, una señora de pequeña estatura, gordita y de pelo un tanto canoso repite igual que todos. Es la señora Patricia, una mujer que asiste todos los días a la misa de las 12:30, porque le queda de pasadita.
La señora Paty intenta bajar una pequeña franja alfombrada que pertenece al asiento de adelante y que sirve para hincarse.
Lo hace con el pie y la deja caer, generando un ruido que aumenta con el eco que produce la cúpula sobre el altar.
El hombre deja de hablar y, molesto, pregunta si puede continuar.
Segundos después el cura, que estaba sentado a un costado del altar, junto a una imagen de la virgen María rodeada de flores, se levanta, y arreglando su túnica y su estola morada con bordes dorados, se acerca al sagrario y procede a sacar el cáliz y las hostias.
Los fieles se arrodillan, mientras una señora que está sentada en los primeros asientos entona una canción de alabanza.
Dos ancianitas intentan arrodillarse, pero les es difícil doblar sus rodillas, por lo que permanecen de pie.
El hombre del salmo se arrodilla y hace sonar una pequeña campanilla, mientras que don Hernán realiza el ofertorio. Primero el pan, luego el vino.
Y de nuevo la campanilla.
Todos permanecen en silencio, mientras el cura come la hostia y toma un trago largo de vino.
Nuevamente se abren las puertas y entra el mendigo.
Esta vez se sienta junto a una mujer y le pide plata. Ella no lo mira, continúa arrodillada mirando hacia el suelo.
El mendigo se para, hablando solo, y se pone a mirar las estatuas.
Alex, que estaba sentado a un costado, se levanta y le pide que se vaya.
El mendigo sale de la parroquia, no sin antes meter sus dos manos en la pila del agua bendita, para mojarse la cara y el pelo.
Alex lo mira inquieto y luego vuelve a su lugar.
El párroco invita a los fieles a comulgar.
Casi todos se paran de sus asientos y forman una fila por el pasillo central.
Después de la comunión, cada uno vuelve a su lugar, y el silencio se profundiza mientras el cura se toma el último trago de vino antes de limpiar y guardar el cáliz.
El señor esté con ustedes
-Y con tu espíritu.
Un padrenuestro para terminar la misa y unas cuantas peticiones por los santos.
Por San Josemaría Escrivá de Balaguer y por todos los santos, amen.
La gente comienza a retirarse y Alex camina apresuradamente hacia el altar. Retira el mantel –también morado, en combinación con la estola del cura- y limpia las migajas de las hostias.
El cura se retira por una pequeña puerta a un costado del altar y sólo quedan en la iglesia los dos hombres de terno y corbata.
Seguramente esperarán por la confesión, que el padre da a eso de las dos de la tarde
Tendrán que esperar una hora, porque don Hernán se fue a almorzar.



Alex, en busca de la paz

Es viernes, son las tres de la tarde y Alex, como todos los días, se pasea frente a la parroquia, saludando a las ancianas que viven por la calle Lastarria.
Su pelo negro y liso que cae hasta sus orejas y su nariz un tanto aguileña lo hacen ver tímido.
Está vestido con unos pantalones negros, un chaleco de colegio, zapatos negros bien lustrados y una camisa celeste abrochada hasta arriba.
El vive y asiste a un colegio en la comuna de Providencia, pero su segundo hogar –o casi su único hogar- es la parroquia de la Vera Cruz.
Según él, está buscando la paz que no logra encontrar en su casa, porque sus papás pelean mucho y porque siente que hay algo más que el colegio y la vida ordinaria.
Alex dice que asiste igual al colegio –aunque siempre está, desde temprano, en la iglesia- y asegura que su labor en la parroquia no interfiere con su rendimiento escolar.
Va en tercero medio, pero no tiene mayores aspiraciones académicas.
Él quiere pertenecer al Opus Dei, y está en la iglesia para que lo acepten como numerario.
De todas maneras, cuenta que eso no va a ser posible, porque en el clero de la iglesia habían decidido que él podía ser agregado, es decir, un servidor del Opues Dei, sin necesidad de ser célibe.
De todas maneras, él está ahí para servir a la iglesia, porque se siente feliz de ser útil para alguien, aunque, algunas veces, las tareas que asignan son un tanto engorrosas, como el aseo y el orden constante de la iglesia.
Para pertenecer al Opus Dei, debe esperar a cumplir los 18 años, y luego estar cinco años más “a prueba”.
En todo caso, para él no es un problema, porque disfruta estando en la parroquia y porque no tiene intenciones de hacer nada más.
Alex siente que el Opus Dei lo sacó de un ambiente malo. Que fue como un llamado de Dios y que si el no se hubiera metido en la iglesia, tal vez estaría perdido, sin rumbo y sin fe.
Don Hernán es casi un ídolo para él. Es como su segundo padre, un hombre que vive por y para los demás, un hombre que va a ser santo.
Sin embargo, Alex queda pensativo ante la afirmación de que, para llegar a la santidad “el camino a recorrer es el del trabajo” (según afirma Escrivá de Balaguer).
Él no pretende trabajar, pero se convence de que, lo que él hace, es también un trabajo digno por y para los demás.
Alex interrumpe la conversación cuando ve que la señora Patricia Villa se acerca para hablar sobre las clases de la tarde, sobre los “santos y sus historias”.
Alex se disculpa y se aleja con la mujer rumbo a uno de tantos salones que posee la parroquia de la Vera Cruz.



El Párroco cuenta su verdad

Desde una salita, al interior de la iglesia, se escucha la voz de un mendigo que pide –casi a gritos- dinero para comprar comida y pañales para los cabros chicos.
Don Hernán, con su túnica negra y su voz siempre calma, le explica que ya no pueden darle más, que ha pedido demasiado y que la ayuda fraterna que la iglesia da –los días miércoles- tiene que alcanzar para todos quienes la necesiten.
El hombre, que continúa alzando la voz, le suplica al padrecito que le de la plata, porque él no va a volver hasta fin de año y no tiene nada para darle a su familia.
El cura le vuelve a insistir, pero como el mendigo continúa alzando la voz, y hay más personas esperando tener las “charlas matrimoniales” con otro cura que aún no ha llegado, don Hernán acepta entregarle algo de dinero, con la condición de que la ocupe para cosas buenas, y no vuelva en un buen tiempo más.
Hernán Garcés Voisenat, como miembro del Opus Dei, está encargado de la iglesia de la Vera cruz desde el año 2002.
Él hace las misas de los días martes y se queda todo el día en la parroquia atendiendo a las personas que lo buscan para pedir consejos o para confesarse.
Don Hernán siente que su labor es sagrada.
Según él, Dios lo escogió para el Opus Dei como un camino dentro de la iglesia Católica. Fue un llamado divino, un designio misterioso el que lo condujo a formar parte del Opus Dei.
Él explica que el movimiento creado por San Josemaría Escrivá de Balaguer tiene una base común que comparte con el cristianismo y con la religión católica. De todas maneras, deja en claro que existe un espíritu distinto, ya que el Opus Dei no es un instituto de vida consagrada, ya que no se necesitan los votos para ser parte del él.
Don Hernán plantea que sólo es necesaria la vocación, que el Opus Dei no es un movimiento religioso sino que una manera de vida en la cual el camino a la santidad está marcado por el trabajo.
Mientras mira el reloj, una y otra vez, explica que existen distintos rangos dentro del Opus Dei, pero que tiene que ver más con la disponibilidad que con otro tipo de cosas.
Don Hernán tiene que ir a hacer la misa de las siete de la tarde, por lo que se apresura a contar que él, como debiéramos querer todos, desea ser santo, y que su camino hacia la santificación esta relacionado con su trabajo como cura.
Para él, la santidad y la espiritualidad deben estar ligadas al trabajo, porque el camino a la santificación está definido por como hacemos el bien a los demás, trabajando para la sociedad, no importa si somos médicos ingenieros o curas, el punto está en que nuestra vida debe estar dedicada al Señor. El señor Lavín, que a veces asiste a mis misas, es un ejemplo de eso. Él dedica su vida a los demás y a Dios a través de la política, intentando mejorar la sociedad.
Además, él asegura que los sacrificios son parte de la religión ya que, cada vez que vamos a misa se renueva el sacrificio de Jesucristo que murió y vivió el dolor por nosotros en la cruz.
Respecto a los pobres, don Hernán cuenta que en la parroquia existe la ayuda fraterna y que se intenta entregar la mayor ayuda posible a quienes la necesitan.
Sin embargo, su opinión se contradice con el panorama nocturno en Lastarria: frente a la iglesia duerme un hombre todos los días, y cerca del edificio Diego Portales, duerme el famoso “anticristo”.
El anticristo es tema aparte -comenta el cura- él es un hombre que está enajenado, y los hombres así están muy lejos de Dios. Ellos no quieren recibir ayuda, y este tipo, el famoso anticristo, ha recibido en más de alguna ocasión ayuda por parte de la parroquia y de otras instituciones, pero él es feliz viviendo así, en la calle, sin reglas y sin Dios.
Las campanas suenan y don Hernán se levanta de su escritorio, debe ir a celebrar su segunda misa en el día.
Sale de la habitación semi agachado, ya que mide más de un metro ochenta, y se despide de Mary, su secretaria, con una reverencia.



Lastarria v/s Vera Cruz

La señora Patricia Villa asiste casi todos los días a la misa de las 12:30 porque ella pasa por Lastarria para tomar el metro Universidad Católica.
Para ella, el movimiento Opus Dei es una linda manera de acercarse a la fe. Su prima es numeraria, y por estos días anda en San Fernando.
Patricia cuenta que los numerarios viven como en comunidades y tienen “círculo” cerrados en donde se organizan.
Ellos viven en las residenciales para jóvenes, que son hogares para niños que necesitan vivir en Santiago y no tienen mucho dinero para vivir de otra manera. Ahí los hacen rezar y los encaminan por la fe cristiana.
Según la señora “Paty”, los del Opus Dei son gente muy buena, que tratan de integrar a todos en torno a una causa común. Como no es un movimiento netamente religioso, cualquier persona puede pertenecer a él, mujeres y hombres por igual. Además, en el Opus Dei no exigen nada, así que cada uno puede dar el tiempo y el dinero que estime pertinente.
Ella conoce la estructura “escolar” del Opus Dei. Los niñitos que van a colegios que son del Opus Dei después pasan directamente a la Universidades del Opus. Siguen un mismo rumbo y se relacionan entre ellos.
Para Patricia, el Opus Dei es acción, es el movimiento ideal para quienes trabajan y para cualquiera que quiera acercarse bien a la fe cristiana clásica.
De todas maneras, ella no se casa con ningún movimiento en particular.

En el Minimarket “51”, Carmen Gloria Ortega atiende a dos escolares que compran Coca-Cola Light.
Ella lleva cerca de tres años trabajando ahí y no tenía idea que el curita alto y canoso, de cara simpaticona pertenecía al Opus Dei.
-¡Me parece espantoso!- señala abriendo los ojos al máximo.
Lo encuentro atroz, me parece pésimo, y es aún más terrible que acá nadie sepa que son del Opus Dei. Ellos son un grupo cerrado que buscan fines a toda costa. Son personas que se cierran a los demás y creo que es una lástima que la mayoría de la gente que va a misa no esté informada.
Ella tiene razón, de un total de aproximadamente diez personas que asisten a misa, al ser consultadas sobre si saben que el párroco es Opus Dei contestan negativamente.
De todas maneras, tampoco les parece algo relevante.

Francisco Javier Catalán trabaja en “Rocco Lápiz-Lázuli”, al lado del Minimarket “51”.
Él sí sabía que el párroco era Opus Dei pero dice que no le influye en nada.
Soy católico pero no practicante, así que no voy nunca a misa, porque me carga el sistema y porque no creo en los curas. Yo vi cosas hace un tiempo, que están lejos de la práctica que deben tener los curas del celibato. Por eso no creo en ellos, y obviamente tampoco me gustan los Opus Dei. Esos son los peores, los más extremistas, demasiado conservadores y además, interesados en la plata. Ellos están en contra de cosas que son importantes para las sociedades actuales, como los abortos o los matrimonios homosexuales, son tan conservadores que no tienen la capacidad de ver lo que la sociedad necesita hoy.
Francisco cuenta que hace unas semanas una amiga asistió a las charlas matrimoniales de la parroquia –porque se va a casar ahí- y quedó impresionada con lo que escuchó.
Ella me contó que les decían que las mujeres debían quedarse en la casa, que los hombres tenían que trabajar y que la manera de ayudar a la sociedad, para las mujeres, era sirviendo en el hogar.

Frente a la parroquia, un bazar atendido por un hombre de aproximadamente cuarenta años permanece vacío. Cristián Cifuentes trabaja ahí hace un tiempo y nunca ha visto que la iglesia haga algún tipo de “acción social”.
Yo sé que hacen charlas, que hay cursos de formación, que se hacen bautizos y matrimonios, pero nunca he visto a nadie ayudando a los mendigos que se pasean todo el tiempo por esta calle. A mí me da lo mismo si son Opus Dei o lo que sea, la cosa es que la iglesia está ahí, y todos los demás estamos, textualmente, cruzando la vereda.

Más allá de los comentarios, la Iglesia de la Vera Cruz, con su fachada recién remodelada, sigue siendo un icono en Lastarria. Allí se han casado varios famosos y una que otra vez aparecen importantes políticos, generalmente de partidos de derecha, para escuchar las misas o simplemente “hacer hora” rezando.
Para muchos, la iglesia es una reliquia histórica, admirada por su arquitectura. Para otros, un lugar sin mayor importancia. Hay quienes asisten periódicamente y hay quienes ven en la iglesia de la Vera Cruz una especie de “lugar sagrado”.
Sin embargo cuesta entender que, a pesar de la cantidad de vagabundos que recorren la calle pidiendo limosna, la iglesia no se haga cargo de ellos mayormente –sólo entregan comida los días miércoles- y se les vea como gente indeseable. Así por lo menos queda en claro cuando, de vez en cuando, uno que otro personaje maloliente y andrajoso entra en la iglesia sin recibir nada más que un seco retírese de parte de Alex, quien con el tiempo, y según nos cuenta ya aprendió a hacer oídos sordos a los vagos de Lastarria.
posted by Alejandra Yermany @ 3:16 p. m.   9 comments
lunes, septiembre 04, 2006
Once
Me da lata que hablen tanto y que hablen puras webadas onda sobre parcelas caballos cerros y casas en los cerros y los edificios que inundan Santiago y las casas que se quedan sin luz y sin vista a la cordillera y entonces no valen nada y se venden muy baratas y la gente tonta que compra esas casas en lo cañas o más arriba que son todas iguales y a ustedes les cargan porque son feas son iguales y no tienen privacidad y la gente tonta las compra porque simplemente es gente tonta no como ustedes que son tan inteligentes y no como tú que hablas todo el rato sobre tí sobre lo que te pasa o lo que haces o lo que dices o lo que piensas y piensas y crees y aseguras que eso que crees y piensas es la verdad y es lo real y los demás son tontos y la gente es tonta y vive en una mierda de ciudad achoclonados y no hay nada más rico que subir los cerros y ver la cordillera y andar a caballo pero no en los ponys o mampatos como se llaman esos caballos chicos porque no son mansos y son cabrones mientras que los caballos tipicos son mansitos sobre todo los de los arrieros de la parcela de tu abuelo allá en lo cañas en donde estabas ayer mirando el paisaje y mirando los caballos cómo comían pasto y te dieron ganas de subirte a uno pero despues te dio miedo porque los arrieros se podían enojar aunque tu los conoces hace tiempo pero igual son sus caballos y es feo montar un caballo que no es tuyo y sigues hablando y siguen hablando y dan los simpsons y toman coca-cola y critican a Zalaquet que quiere vender los terrenos y tu abuelo que vota por los de la derecha y es weon sólo lo hace porque es mormón y tu abuela no está ni ahí con eso y tu primo que se casa con la Bernarda y nos miramos y queremos hacer lo mismo y nos da pena no poder hacerlo y no tener una casita para los dos ni aunque sea un espacio ni un minuto para nada y pensamos en la gente y en la ciudad y en la mierda y en la vida y en Steve Irwin que se murió porque lo picó una mantarraya justo en el corazón cómo tan mala suerte aunque era esperable pero igual da pena y mañana va a ser portada de LUN y quiero darte un beso y estar contigo todo el rato y quiero que me abraces y dejes de hablar con mi papá.
posted by Alejandra Yermany @ 4:33 p. m.   1 comments
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Name: Alejandra Yermany
Home: santiago, Chile
About Me: Mi nombre es Alejandra Yermany, mido un poco más de metro y medio, mi color de piel es blanquecino (nácar, madre perla), ojos redondos, pelo castaño claro, nariz aguileña ("perfil griego" segun mi mamá). Si me visto de negro me retan y si me pongo colores no soy yo. No se ser sexy ni silbar. Me pinto las uñas negras y me gusta Hello Kitty. Hago muecas al hablar, reir, llorar, toser, estornudar, cantar, bailar....y se me va el ojo derecho, pero casi no se nota. Soy poco tolerante pero muy simpatica cuando quiero. Escucho reggaeton y a veces bailo sola en mi casa. Puedo ser muy inteligente y muy tonta a la vez. Tengo una bici rosada, un perro poodle, un celular negro y un novio artista. Quiero ser hippie pero me encanta la plata. Viviría en una choza pero bien decorada. Soy mañosa, histérica, tierna, responsable, caotica y capricornio. El mundo me queda un poco grande y vivo casi en una burbuja, pero si me dices vámonos y me tienes todo listo, me voy contigo.
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